Llevamos ya varios días de estar encerrados en casa y de incertidumbre sobre la situación que se está dando ya no solo en nuestro país, sino en todo el planeta. Esta situación puede desbordarnos y hacernos sentir como que no tenemos control sobre nada. Hace una semana estábamos trabajando y mirando la situación por el rabillo del ojo y a día de hoy no nos queda más remedio que encararlo y mirarlo a los ojos. Está aquí, está pasando en nuestro país, en nuestra ciudad, en nuestro propio domicilio.
Las redes sociales, con su infinita variedad de personas y voces, son importantísimos para mantenernos conectados y con la sensación de pertenencia que la situación nos puede estar privando. Ya lo eran, pero a día de hoy son un medio básico de manifestar nuestra humanidad. Ya no vemos a los amigos pero compartimos historias con ellos . Opinamos, hablamos de cómo estamos, de lo que hacemos para sobrellevarlo, las ideas locas que se nos ocurren para mantener nuestra vida en la normalidad que requiere.
Llegan a nuestros teléfonos malas noticias de personas que lo pasan mal, de muertos por la pandemia, de cómo no para de extenderse, de que no podemos saber si estamos infectados hasta que te pones malo y entonces puede que hayas contagiado a quien has tenido al lado.
Pero también llegan noticias de médicos que hacen guardias tremendas, enfermeras y enfermeros que atienden durante horas con paciencia a los afectados, de cajeros de supermercados que se exponen cada día al posible contagio, de vecinos que se ofrecen a ir a comprar por otros vecinos que puedan ser población de riesgo, de fiestas en balcones y de aplausos a las 20 horas de la tarde todas las tardes.
Es por esto que de todo se puede sacar algo malo, de los muertos y enfermos sacamos aprendizaje, para que no vuelva a pasar, para que pongamos medios a tiempo, para que sepamos que no es de broma ni una simple gripe.
De estar en cuarentena aprendemos a relacionarnos de otra manera, a distribuir nuestro tiempo, a comunicarnos, a ver, oír y sentir. A sentirse más unidos ahora que antes. A apreciar lo bonito que es salir a pasear aunque sea para comprar el pan. Apreciar lo que es un día normal de trabajo y el contacto con tus compañeros y compañeras. Poder salir a correr, a montar en bicicleta y no quejarnos por el cansancio o el frío o el calor.
El mundo sigue estando ahí fuera esperando, por lo que os pido un poco de paciencia porque cuando salgamos, todo será más bonito, más verde y limpio. Nuestros abrazos, besos y sonrisas serán más reales y sentidas.
Estoy convencida que esto nos va a hacer crecer como sociedad y valorar las cosas que hemos perdido, los sacrificios de muchos que pasan días trabajando y aguantando situaciones a las que normalmente no tendrían que hacer frente y lo hacen del mejor modo que saben.
MUCHAS GRACIAS A LOS SANITARI@S, CAJER@S, POLICIAS Y DEMÁS PERSONAS QUE TRABAJAN SIN DESCANSO POR QUE SALGAMOS DE ESTO.
UN ABRAZO A TODOS, que por aquí no nos contagiamos.