Como se ha visto en el artículo anterior, la resiliencia nos mantiene en pie de guerra para enfrentarnos a cualquier evento que nos resulte difícil de superar, y se puede ir desarrollando a medida que nos tenemos que enfrentar a estas situaciones.
Vamos a ver ahora cómo podemos saber si tenemos desarrollada esta resiliencia y cómo podemos ayudar a mejorarla de manera voluntaria.
Autoconocimiento y autoestima:
Para desarrollar estrategias adecuadas de afrontamiento de situaciones difíciles es imprescindible conocer a esa persona que somos y mantenemos oculta hasta para nosotros mismos. Conocernos y aceptarnos generará de manera automática un aumento de la autoestima, dado que al aceptarnos dejamos los juicios de valor que tanto daño nos hacen y esto nos permite afrontar las situaciones con seguridad y confianza en nuestras propias capacidades.
Empatía
La empatía es la capacidad que tenemos de ponernos en el lugar del otro y llegar incluso a sentir lo que puede estar sintiendo. Tener una adecuada empatía hará que nos relacionemos con los demás de un modo más sano y seamos capaces de crear una serie de redes sociales que nos sirvan de apoyo para afrontar situaciones dificiles.
Autonomía
A pesar de que es muy interesante rodearnos de personas que puedan ayudarnos, cierto grado de autonomía es muy positivo para desarrollar una confianza en nosotros mismos que hará que en momentos determinados podamos afrontar esas situaciones sin necesitar a los demás. La sensación de autonomía tiene que ver mucho también con la autoestima, ya que ambos se retroalimentan.
Enfoque positivo
Por supuesto es importante tener una manera de pensar positiva. Se trata de ser realista, pero también de tener claro que toda situación se puede superar y que todo, para bien o para mal, acaba pansando. Es mejor enfrentarnos a algo con el pensamiento de que vamos a triunfar que ir derrotados de antemano. Ninguna de las dos cosas tienen que ser reales completamente, pero si ya llegamos derrotados, nuestros esfuerzos se verán reducidos.

Conciencia del presente
No podemos quedarnos anclados en lo que podríamos o deberíamos haber hecho, ni aventurar lo que puede o no pasar. Tenemos que centrarnos en lo que toca superar en el presente, en el momento actual, ya que es lo único sobre lo que podemos hacer ahora. De este modo, también enfocaremos nuestra atención para realizar las acciones de un modo más eficaz.
Flexibilidad
Muchos problemas psicológicos vienen de la falta de flexibilidad o rigidez a la hora de realizar ciertos comportamientos o de tener ciertos modos de pensar. Una forma más creativa y flexible hará que no suframos tanto por si las cosas no van tal y como las hemos previsto, la vida nunca es así. Sin embargo, aceptar que no nos ha salido exactamente como queríamos y ser conscientes de que aún así podemos superarlo, hace que tengamos más opciones de éxito.
Apoyo social
Como se comentaba anteriormente, tener una buena red de apoyo va a hacer que no nos sintamos solos, podamos compartir la carga con amigos y familiares. Además, hablar lo que sentimos o nos preocupa ayuda a no tener tanta carga, a la vez que aporta ideas que tal vez no hayamos pensado.
Tolerancia a la incertidumbre
El miedo que nos produce no saber lo que va a pasar es algo innato. Vivimos con necesidad de controlarlo todo, cuando el mundo es incertidumbre en su mayor grado. Y menos mal que es así, porque si no, viviríamos una vida aburrida y predecible. Hay que trabajar este miedo y ansiedad que nos genera la incertidumbre y aceptar que siempre va a estar ahí.
Estos son unos factores que podemos desarrollar para tener una vida más plena y una sana forma de afrontar las dificultades que se nos van presentando. A medida que nos enfrentamos y triunfamos, desarrollamos todas y cada una de estos factores, lo que contribuye a un desarrollo más pleno de la resiliencia.