Se habla por televisión de los múltiples síntomas que se pueden desarrollar como consecuencia de padecer coronavirus, pero de lo que no se habla es del síntoma más evidente a nivel psicológico y social, la soledad.
Es una enfermedad muy peligrosa por los diferentes síntomas que desarrolla y la peligrosidad de dichos síntomas, pero en lo que más se insiste es en la alta capacidad de contagio del virus. Esta incertidumbre acerca de cómo evitar contagiarse ni cuánto tiempo dura una persona en ser trasmisora, esta provocando que las personas tiendan a distanciarse de las demás.
Durante los momentos más duros de la pandemia, ya se hablaba de cómo los enfermos morían solos, sin poder despedirse de sus familiares y con la única compañía del personal sanitario que desbordado e impotente, veía cómo no podían hacer frente a todas esas muertes.
Es la enfermedad de la soledad. Cuando estás enfermo no puedes tener contacto con nadie por si le contagias. Si has tenido contacto con alguien enfermo, no puedes salir tampoco por si eres contagioso. Si convives con un positivo y das negativo, os tenéis que aislar el uno del otro hasta que pase todo, lo cual no tiene fecha exacta.
Es por eso que una de las cosas más difíciles de afrontar con este virus es la sensación que se tiene de soledad. Cuando estás enfermo, sentirte infectado y aislado. Cuando el que está enfermo es un familiar, no poder hacer nada más que vigilar y apoyar en la distancia. Cuidar haciendo la comida, recogiendo la casa, intentando que esté lo más cómodo posible, pero siempre sin poder abrazarle o que te abracen, que es lo que más se necesita cuando estamos enfermos.
Pienso de verdad como profesional que esta enfermedad va a tener consecuencias psicológicas a largo plazo para todos. Ya está ocurriendo a través del cambio en nuestras costumbres tan arraigadas como país mediterráneo en el que nos saludamos con dos besos, con abrazos, con cercanía y confianza. No tenemos reparo en el contacto físico y el intercambio de saludos afectivos, sin embargo, ahora cuando alguien se nos acerca nos incomoda y pedimos que respete nuestro espacio. Son normas mínimas para evitar el contagio, pero es cierto que al final si esto se alarga mucho, acabaremos perdiendo nuestras costumbres más humanas.
Durante estos meses de aislamiento, se han duplicado las consultas a profesionales de la salud por problemas psicológicos derivados de esta nueva realidad. Trastornos adaptativos, hipocondrías, depresión, ansiedad y demás problemáticas están empezando a hacer mella en personas que hasta ahora no habían necesitado acudir al psicólogo.