Todo ser humano tiene la bendición y la maldición de poder tener capacidad de pensamiento. Ese pensamiento, que es como una conversación interna con nuestra propia mente, hace que a veces nos creamos cosas que no existen.
Desde primero de la carrera de psicología se trabaja sobre lo que el pensamiento produce a nivel de salud mental en los individuos, es decir, cómo el pensamiento puede hacer que problemas que para otros pueden no tener importancia, a nosotros nos parezcan tremendamente difíciles.
Muchas veces a mis pacientes les pongo un ejemplo práctico sobre psicología infantil aplicada a la educación. Imaginaros un niño al que sus padres están constantemente diciendo: «Hijo, es que eres un poco vago», «eres muy listo pero muy vago», «mi hijo es que es un vaguete», «este no es como su hermano, es más vago», etc. Podéis imaginar lo que va a pasar, el niño va a ser un vago. No porque lo sea, sino porque se lo han impuesto. Sus padres sin querer, le han ido condicionando y haciendo creer que es un vago, cuando a lo mejor al principio era mentira.
Una mentira dicha mil veces se convierte en verdad
Y así es como pasa en nuestra cabeza constantemente. Si estás pensando «qué desastre soy» «no valgo para nada» «Esto es horrible» «nunca encontraré trabajo», etc. adivina qué: seguramente se acabará convirtiendo en algo limitante.
Entramos en lo que en psicología llamamos «Profecía autocumplida». Esto no quiere decir que por pensar algo se vaya a cumplir, es que por pensar de esa manera, te lo vas a acabar creyendo (como el niño de antes) y vas a actuar de acuerdo a esa creencia desadaptativa que te has impuesto. La mayoría de los problemas psicológicos vienen por lo que pensamos acerca de las cosas, no por lo que nos pasa. Si nos pasa algo y eso empieza a generarnos pensamientos negativos acerca de nuestra propia capacidad, al final nos machacaremos con esos pensamientos y harán que nuestra vida se vea muy limitada. Nos sentiremos como intentando nadar para salir a flote con una mochila de piedras a la espalda.
Lo bueno de todo esto es que los psicólogos trabajamos con este tipo de pensamientos para conseguir que las personas puedan sentirse bien con su forma de actuar, pero para ello hay una serie de pasos que hay que dar siempre acompañados de nuestro terapeuta. Los menciono brevemente (pero tienen más complicación de lo que puede parecer).
Para empezar habría que explicar al paciente lo que son los pensamientos y el valor que les damos, pero que no siempre todo es como nos dice nuestra cabeza, que siempre hay un filtro. Además es importante normalizar y explicar que todos tenemos este tipo de pensamientos.
Segundo hay que ayudar a la persona a identificar esos pensamientos que pueden estar haciendo este daño. Como se decía en Resolución de Problemas, para solventar un problema hay que identificarlo primero.
Tercero hay que ayudarle a identificar, dentro de estos pensamientos lo que se llama «distorsiones cognitivas» o «sesgos del pensamiento» de los que hablaremos más adelante.
Por último habría que ayudar a encontrar unos pensamientos más adaptativos o realistas que le ayudasen a desenvolverse de un modo más sano.